Hace poco descubrí que mi sueño de ser presidente de Colombia, o
al menos llegar a ser la nueva imagen del billete de más baja denominación, es
posible. Según el artículo 191 de la constitución política de Colombia el cual
reza “Para ser Presidente de la República se requiere ser colombiano por
nacimiento, ciudadano en ejercicio y mayor de treinta años.” Yo puedo serlo, al
menos legalmente.
Como presidente tengo derecho a escoger a quienes se me pegue la
regalada gana como ministros, si no me crees lee la constitución, como es de
esperar con migo, nombraría a las personas que conozco y que sé que harán un
buen trabajo, aunque eso signifique estar en mi contra.
Entre las primeras cosas que haría estarían:
> Establecer todo el gabinete (obviamente) y una solida línea
de mando, así podre dar órdenes sabiendo que se cumplirán, y que llegado el
caso no necesiten mis órdenes para que se haga lo que se debe.
> Le quitaría a Colombia los derechos humanos, si se quieren
comporta como animales, pues como animales se les trata, y ofrezco disculpa a los animales por esta comparación
tan ofensiva hacia ellos.
> Cambiaria el escudo de la nación (tengo unas ganas de
desasearme de él) y probablemente la mayoría de las leyes que rigen actualmente
a la nación.
>> Cambiaria el sueldo de todos los que trabajan en el
gobierno, desde el presidente (mi sueldo), hasta el que hace el aseo en la casa
de Nariño.
>> Hago legal la pena de muerte, cadena perpetua, aborto y otras
tantas cosas que en este instante me parecen que las necesitamos.
>> El funcionario corrupto tendrá penas entre cadena
perpetua y pena de muerte, o mejoran al robar o se mueren en el intento.
No les prometo una nación en paz o mejor, porque la paz la debe
buscar cada uno y para mejorar la nación en la que vivimos se debe cambiar las
bases sobre la cual está se sostiene… y eso significa mucho, pero mucho caos. Pero
por algún lado se debe empezar.
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